Hace 48 años que las Madres de Plaza de Mayo están en la calle y continuán hoy marchando.
“El otro soy yo”, dijo Hebe el 24 de marzo de 2002, a 26 años del golpe. En su discurso de aquel día en la Plaza de Mayo, explicó: “El otro soy yo, el piquetero soy yo, el revolucionario soy yo, los que toman las fábricas soy yo, los que no comen soy yo, todos somos yo, unos y otros, vamos y venimos, en eso estamos”.
Los años, las circunstancias políticas, los 12 años y medio de gobiernos populares, el kirchnerismo que supimos conseguir y protagonizar, reescribieron esa consigna de las Madres y la convirtieron en “La Patria es el otro”. Pero la matriz es la misma y el sentido, exactamente igual. ¿Se habrá inspirado en Rimbaud, Hebe, que en 1871 escribió “Yo soy otro”?
Cuando en 2014 la Selección argentina de fútbol obtuvo el subcampeonato mundial en Brasil, el director técnico del equipo, Alejandro Sabella, le dijo a Cristina, que recibió al equipo en Ezeiza: “Así como usted dice que la Patria es el otro, el equipo es el otro”. La consigna ya se había convertido en una verdad de época. Una síntesis de los años que vivió la Argentina entre 2003 y 2015.
Así como el juego colectivo, el esfuerzo compartido, el trabajo plural permiten grandes logros deportivos, en la vida en comunidad y la lucha política es la única manera de alcanzar los objetivos. No hay bien social superior más importante que la justicia social, la igualdad de oportunidades, el reparto democrático de la riqueza, la educación, la salud, la vivienda y el disfrute para todos por igual. La libertad individual sólo puede derivar de un desarrollo armónico e igualitario de todos sus individuos. Quien afirma lo contrario, miente, y lo hace por interés: cuidar la tasa de ganancia de quienes explotan y concentran.
Convertir el dolor en ardor, el horror en sueños, el pasado en un futuro a gritos.
Hace 48 años que las Madres de Plaza de Mayo están en la calle, dando forma a esta gran verdad de las clases trabajadoras: lo importante es el otro, la otra, no yo. Sólo una realización colectiva puede conducir a la realización individual. Porque el camino inverso impide ambas: ni salvarse solo, ni en comunidad. Los hijos de las Madres lo sabían plenamente y ejercieron esa gran verdad entregando sus mejores días y sus años más jóvenes a hacerla posible. Las Madres lo aprendieron de ellos.
Desde sus comienzos las Madres iniciaron un proceso por volverse colectivas, por hacer todo juntas, por expresarse cada una en la fuerza de las demás. El 30 de abril de 1977, aquellas valientes mujeres dieron uno de los más grandes saltos de las clases subalternas argentinas en toda su historia: de madres en singular, doloridas, se convirtieron en Madres en plural, aguerridas. A 48 años del comienzo de su lucha, sus enseñanzas las trascienden y se convierten en una guía para las luchas de los próximos años. Convertir el dolor en ardor, el horror en sueños, el pasado en un futuro a gritos.
Las Madres llamaron a esa constante transformación de singular en plural, de madre en Madres, de madre de cada hijo o hija en Madres de todos y todas, de una bella manera: “Socialización de la maternidad”.
Ese proceso subjetivo, por supuesto que político e ideológico, se expresa de múltiples maneras: las sucesivas inscripciones que fueron bordando en sus pañuelos blancos, dieron cuenta del devenir de ese proceso. Del nombre y la fecha del secuestro, y hasta la fotografía de cada hijo o hija inscriptos a la tela del pañuelo, hasta la adopción de una única leyenda, que las distingue a todas por igual: “Aparición con vida de los desaparecidos. Asociación Madres de Plaza de Mayo”. Así siguen marchando hasta el día de hoy, con esa consigna en azul bordada en punto cruz.
Las Madres llamaron a esa constante transformación de singular en plural: “Socialización de la maternidad”.
En palabras de Hebe: “Cuando íbamos a la Plaza intercambiábamos las pancartas de nuestros hijos. Empecé con esta idea para que la Madre se dé cuenta que socializar la maternidad es un hecho impresionante, multiplicador y de amor. La primera idea fue que cada una llevará la pancarta de otro hijo. Pero ¿qué pasaba? Había muchas Madres que se la pasaban mirando a ver dónde estaba la foto de su hijo. Entonces yo decía: ‘Esto tampoco sirve porque si todavía no logramos confiar en quién se lleva la foto del hijo, estamos lejos’. Después dijimos que no podían llevar la foto colgada en el pecho por el nombre y porque el periodismo siempre lo enfoca. Porque si nosotros decimos que socializamos la maternidad porque nuestros hijos nos enseñaron que todos somos iguales y todos los hijos son iguales, ¡cuántos hijos no tienen fotos! ¡Cuántas Madres no tienen fotos de sus hijos! ¡Cuántas Madres no vienen a esta Plaza! Entonces tenemos que identificarnos con todos: sin nombre y sin nada. Todos son todos. El rostro es como el rostro del Che: representa a todos los revolucionarios”.
Hebe ya no está más. Desde el 20 de noviembre de 2022 se fue a la sombra y el silencio para siempre. Pero quedan su ejemplo, sus discursos, y sus compañeras, que siguen en la Plaza, cada jueves. Son cada vez menos Madres, tiene cada vez más años en sus cuerpos cansados, pero es cada vez más grande su enseñanza: la Patria es el otro, porque el otro soy yo.