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"Frente el discurso individualista y los nuevos desafíos de la batalla cultural, creemos necesario reivindicar la Patria como una comunidad que florece", asegura el autor.

Por Nahuel Beibe
Secretario general de la Corriente Nacional Martín Fierro


Del “seamos libres que lo demás no importa nada” que proclamó el General San Martín durante la Guerra de la Independencia a la “libertad de vender un riñón” (si necesitas plata para comer), frase con la que Javier Milei ejemplifica su proyecto, hay mucho más que 200 años: es la confrontación irreconciliable que recorre la historia de nuestro país hasta el presente, entre la patria y la antipatria.
 
Por ello, en momentos difíciles como este, resulta imprescindible no solo levantar la bandera que nos une como argentinos y argentinas, potenciando el sentimiento y el abrazo colectivo, sino también reflexionar sobre ella para construir nuestro derecho al futuro.
 
Frente el discurso individualista y los nuevos desafíos de la batalla cultural en tiempos del algoritmo, creemos necesario reivindicar la Patria como una comunidad que florece, reafirmando la fe en el pueblo como sujeto de la historia y en sus múltiples y diversas organizaciones a través de las cuales se expresa. 

No es casualidad que en los momentos donde el proyecto nacional avanza lo haga sostenido y empujado por la comunidad organizada, así como cuando en los retrocesos se imponen el miedo, el desinterés o la fragmentación social. No basta, entonces, con las reivindicaciones ciudadanas o con el impacto de las políticas públicas: el cambio va de la mano del protagonismo del pueblo organizado y en ese proceso depositamos nuestras mayores esperanzas, asumiendo como una necesidad central de esta etapa recuperar la representación política de los trabajadores y la juventud. 

Se trata, entonces, de demostrar en las propuestas y en los hechos que otro camino es posible, a partir de la confrontación con el gobierno nacional, pero también de la voluntad de construir nuevas síntesis para dar cuenta de lo que viene.
En segundo lugar, sostenemos la idea de Patria como realización de las banderas histórica del peronismo, en particular de la independencia económica, que es la que permite hacer efectivas la soberanía política y la justicia social. Así lo entendió el gobierno peronista cuando la proclamó en Tucumán, para unirla con la gesta emancipadora, y dos años después estableció en la Constitución de 1949 -que aún sigue siendo un faro para todos los pueblos del mundo que luchan por su liberación- la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía y la función social de la propiedad, retomada por Francisco hace unos años a partir de la doctrina social de la Iglesia.

En ese mismo sentido, además del desendeudamiento y la salida del FMI, se inscriben importantes logros de la década ganada como la recuperación del sistema previsional de jubilaciones y pensiones, de nuestra aerolínea de bandera y de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales –entre otras empresas que fueron creadas o reestatizadas-, que dan cuenta de transformaciones estructurales que no han podido ser revertidas tras el cambio de gobierno porque cuentan con fuerte aceptación popular.

En el caso particular de YPF, hoy desvirtuada en sus funciones y pretendida por los buitres a precio de remate, el poder económico descarga sobre Axel Kiciloff la responsabilidad de nacionalizar su mayoría accionaria para limitar la discusión sobre futuros procesos de recuperación y fortalecimiento de empresas estatales, por lo que su defensa y reivindicación adquieren gran significación en el debate público, más aún tras la impotencia del gobierno anterior para estatizar Vicentin o implementar el proyecto de dragado del Canal Magdalena.

Finalmente, quisiéramos asociar el sentido de Patria al de unidad nacional: lejos de referirnos a un acuerdo de cúpulas entre distintos sectores partidarios lo reivindicamos como la construcción de un proyecto político que, poniendo eje en el trabajo, vuelva a integrar de manera virtuosa a nuestros sectores productivos, contemplando las necesidades y los aportes de todo el territorio argentino.

Esta necesidad de articular, integrar y construir un nuevo proyecto de país tiene que recuperar el sentido político de un movimiento nacional –sin duda mucho más potente que una orga, un partido o un frente electoral– para que cada uno y cada una se sienta “artífice del destino común y no un instrumento de la ambición de nadie”.