
Mientras Milei inclinaba la cabeza ante el gobierno de los Estados Unidos, Axel alzaba la frente en defensa de la Democracia y de una agenda latinoamericana.
Por Braulio Silva Echevarría
Parlamentario del Mercosur Mandato Cumplido
Hay gestos que valen más que mil palabras y hay viajes que, por sí mismos, cuentan una idea de país. Mientras el presidente Javier Milei inclinaba la cabeza ante el gobierno de los Estados Unidos en Nueva York, Axel alzaba la frente en esa misma ciudad para afirmar lo que dijeron las urnas bonaerenses: el ajuste cruel, el maltrato y la violencia no tienen lugar en la Argentina. Una escena eligió la claudicación y el aplauso fácil de promesas con muchos asteriscos; la otra eligió nuestra región, la memoria por el legado de un gran compañero y militante, y una agenda latinoamericana que defiende la democracia como mandato.
Parlamentario del Mercosur Mandato Cumplido
Hay gestos que valen más que mil palabras y hay viajes que, por sí mismos, cuentan una idea de país. Mientras el presidente Javier Milei inclinaba la cabeza ante el gobierno de los Estados Unidos en Nueva York, Axel alzaba la frente en esa misma ciudad para afirmar lo que dijeron las urnas bonaerenses: el ajuste cruel, el maltrato y la violencia no tienen lugar en la Argentina. Una escena eligió la claudicación y el aplauso fácil de promesas con muchos asteriscos; la otra eligió nuestra región, la memoria por el legado de un gran compañero y militante, y una agenda latinoamericana que defiende la democracia como mandato.
“Democracia siempre” fue el marco. El homenaje a José “Pepe” Mujica, organizado por el Congreso Panamericano, el Foro Iniciativa Mujica y el Remarque Institute, reunió a mandatarios, legisladores, académicos y referentes sociales de distintos países. Allí, Kicillof señaló que “la democracia implica luchar por la igualdad, por más mejoras en las condiciones de vida y por la soberanía, pero para que esas luchas conduzcan al camino correcto es fundamental acompañarlas, como siempre propuso José Mujica, de una fuerte integración latinoamericana y de la unidad de los pueblos postergados”.

"Cuidar la democracia con hechos, defender la soberanía sin arrodillarse y volver a poner en el centro a quienes trabajan, estudian y curan".
Hubo, además, una segunda escala que puso aún más de relieve los contrastes: la reunión “En Defensa de la Democracia: Combatiendo el Extremismo”, convocada por Gabriel Boric, Lula da Silva, Gustavo Petro, Yamandú Orsi y Pedro Sánchez. El temario fue directo: fortalecer el multilateralismo, ordenar el espacio digital frente a la desinformación y enfrentar la desigualdad que corroe instituciones desde adentro. Que esa conversación ocurriera durante la semana de la Asamblea General de las Naciones Unidas no fue casualidad. Funcionó como recordatorio de que la democracia se protege con políticas y alianzas inteligentes, no con show en redes sociales.
El nombre de Mujica le dio al evento una temperatura moral inconfundible. Pepe convirtió la humildad en bandera y la coherencia en método; insistió en que no hay liberación posible en soledad y que, si no damos rumbo a la vida común, el mercado nos lo impone desde arriba. Su pedagogía combinó ternura y rigor: pactar sí, arrodillarse no; negociar con todos, pero con voz propia; integrar para producir mejor, no para resignar capacidades. Traer esas lecciones al presente fue más que un tributo: fue una hoja de ruta en tiempos de gritos fáciles y rumbos difusos.
Así, lo que Axel llevó a Nueva York fue, precisamente, un proyecto de país. Una idea de democracia que se mide en hospitales, escuelas que no se caen, universidades que abren futuro donde antes había descarte, símbolo de igualdad de oportunidades. Soberanía entendida como capacidad de decidir sin tutelaje, de planificar en función del interés nacional y de integrarse al mundo desde la dignidad. Integración como herramienta para sumar ciencia, tecnología y producción regional, no como retórica vacía y de ocasión.
Lamentablemente, la escena que muestra al presidente Javier Milei al borde de su silla, ansioso por la aprobación de Trump y la delegación de los Estados Unidos, también muestra un proyecto, pero uno de coloniaje: endeudamiento y dependencia, una política exterior orientada por la urgencia de dólares y alineamientos personales a una hegemonía en decadencia. Los paquetes milagrosos llegan con letra chica, y la historia argentina alcanza para saber que se pagan con la pérdida de soberanía, de independencia y de justicia social. Con el recuerdo del Pepe, esas verdades se escucharon con la cadencia humilde de las cosas importantes. Axel defendió lo común. Esa defensa tiene un idioma que se entiende en cualquier barrio: el orgullo de sostener un sistema de salud que cuida, un sistema educativo que iguala oportunidades y una economía que apuesta a la producción antes que a la bicicleta financiera.
Dos viajes distintos a una misma ciudad como símbolo de dos caminos posibles. En el homenaje a Mujica, Axel nos devolvió un mandato simple y exigente: cuidar la democracia con hechos, defender la soberanía sin arrodillarse y volver a poner en el centro a quienes trabajan, estudian y curan. No hay destino en la claudicación; hay país cuando se planifica con la región, cuando se respeta la memoria de los que pelearon antes y cuando se sostiene lo común contra el cinismo del sálvese quien pueda. El voto bonaerense ya marcó el rumbo y la escena internacional lo amplificó. Toca perseverar en esa dirección: integración que potencie, Estado que cuide, producción que dignifique. A eso se le llama futuro. A eso, con la frente alta y el pueblo adentro, se le llama Argentina.